“Mientras hubo vecinos en Ainielle, la muerte nunca estuvo vagando más de un día por el pueblo. Cuando alguien moría, la noticia pasaba de vecino en vecino, hasta el final del pueblo y el último en saberlo salía hasta el camino para contárselo a una piedra. Era el único modo de librarse de la muerte. La única esperanza, cuando menos, de que un día, andando el tiempo su flujo inagotable, pasará algún viajero que, al cruzar el camino, cogiera, sin saberlo, aquella piedra”.
Fragmento de La lluvia amarilla, Julio Llamazares. 📚